RUTA "PUERTO NAVACERRADA - BOCA DEL ASNO (08-05-2014)"
Perfil desde Pto. Navacerrada a Boca del Asno |
Con la intención de reconocer el terreno para realizar una marcha con el Instituto Rosa Chacel de Colmenar Viejo hemos hecho esta ruta su promotor, David Rosa (profesor de ciencias naturales), y un servidor, hermano del anterior.
Al preparar la marcha sopesé dos posibles rutas a realizar con los alumnos, por ello pretendíamos, en este reconocimiento, bajar desde el puerto de Navacerrada hasta Boca del Asno por una de las rutas y después subir por la otra. Decidimos comenzar siguiendo el Camino Schmid para luego bajar por el Cerro de Navalazor hasta el Arroyo Minguete y enlazar con el río Eresma hasta Boca del Asno; una vez allí y cruzando la carretera subiríamos a buscar el Cojón de Pacheco, un tolmo con la susodicha forma, aunque invertida. Después, para ver la otra posibilidad, intentaríamos remontar de nuevo el Eresma, el Arroyo del Telégrafo y el Arroyo de la Rinconada.
Tras un infeliz comienzo por la discrepancia con una camarera acerca de la preparación de un café americano, discrepancia natural (o más bien cultural) ya que estamos en Europa, comenzamos a andar por la pista asfaltada que sale desde el puerto hacia el oeste, por la cara norte de los Siete Picos, y que lleva hasta la Residencia militar de los Cogorros... No sé qué es un cogorro; lo he buscado pero no es una palabra registrada en el diccionario de la RAE, parece ser un apellido o algo así.
Justo en la barrera de la residencia comienza el Camino Schmid, un camino de tierra que discurre prácticamente horizontal por la umbría (sombría, siempre le da la sombra porque es cara norte) de Siete Picos y luego pasa hacia el sur (solana), al Valle de la Fuenfría por el Collado Ventoso; este camino fue señalizado por primera vez en 1926 por un guarda del albergue del mencionado valle, el austriaco Eduardo Schmid, del cual evidentemente tomó su nombre. Tanto el Valle del Eresma como el Valle de la Fuenfría contienen una importante masa arbolada de pino silvestre o pino de Valsaín, caracterizado por su corteza anaranjada en la parte alta del pino. El pino de Valsaín es una especie muy apreciada por la calidad de su madera para la construcción de muebles, razón por la cual casi todos estos bosques suelen estar explotados por la industria maderera. Sin embargo, se trata de una explotación muy respetuosa con el entorno, no es una esquilmación, y es una de las industrias más antiguas que existen en España. Concretamente el Valle del Eresma es explotado por El Aserradero, perteneciente al Organismo Autónomo de Parques Nacionales, es decir, se trata de una empresa pública. Otra empresa privada, pero de gran tradición (desde mediados del s. XIX) es la Sociedad Anónima Belga de los Pinares de El Paular que, como se puede imaginar, explota el Valle de El Paular, Rascafría, etc.
El Camino Schmid fue acondicionado en el año 2008; cabe destacar de este acondicionamiento la canalización de los arroyos que lo cruzan y que evita la erosión fluvial del mismo, así como las grandes piedras que se sitúan contrapeadas para evitar una excesiva velocidad de los ciclistas. Sin embargo, no se pudo evitar que dicho camino atravesara la pista de esquí de El Telégrafo, única dificultad de esta ruta, pues a primera hora la nieve está muy dura y sufrir un resbalón puede significar deslizarse 20 o 30 m. ladera abajo.
Posteriormente nos encontramos con una curiosa formación: un pino que ha crecido recubriendo el pico de una roca, pareciendo todo lo contrario, que la roca se ha incrustado en él. Tras vadear el Arroyo del Telégrafo, que venía crecidito (puede hacerse por piedras o por un gran tronco, pero ambas requieren su porción de equilibrio), nos encontramos con un gran pino seco y, clavados en su tronco, dos poemas: "Soneto a un árbol solo" y "Del pino al poeta". Podéis leerlos en las fotos:
Después de estos hitos el camino nos deleita con múltiples curiosidades y paisajes: desde ramas rotas colgando de otras sanas que se ofrecen cual telarañas al trasluz, tocones carcomidos, árboles y ramas caídos, hasta las vistas de la verde Pradera de Navalusilla, perspectivas del Valle del Eresma con San Ildefonso y el embalse del Pontón Alto, o la cara oeste de Peñalara con sus acompañantes: Peña Citores y las Dos Hermanas.
Llegamos a una bifurcación señalizada (en el tronco de un árbol) del sendero: a la izquierda continúa el Camino Schmid que sube al Collado Ventoso, a la derecha se sigue por la Senda Cospes hasta el Puerto de la Fuenfría. Este puerto es históricamente muy importante, pues se trata de uno de los pasos naturales entre Castilla y Madrid; fue utilizado por los romanos en el trazado de la Vía XXIV, que unía Segovia con Toledo. Sin embargo, lo que se vino conociendo hasta hace poco como la Calzada Romana de la Fuenfría era en realidad una Calzada Borbónica construida en el s. XVIII. ¿Diferencias? Los romanos eran menos bestias: preferían hacer sus calzadas en zigzag para evitar grandes pendientes. En 2006 se señalizó el auténtico trazado de la Calzada Romana. En fin, dejemos la historia y continuemos por nuestro camino (todo esto es para animar a la gente a que salga al campo a ver cosas).
En la susodicha bifurcación nosotros vamos por la derecha, por la Senda Cospes, que baja hacia el Arroyo Ventoso, si bien prácticamente nada más cruzarlo nos desviamos de nuevo a la derecha por una pista que se observa menos transitada y que discurre por la loma o Divisoria de Navalazor. Lo más curioso de esta parte del camino fueron los grandes tapizados de musgo de las rocas, algunas de cuyas partes estaban arrancadas, no sabemos si por animales o por humanos (aunque sospechamos de los segundos).
También pudimos observar otra perspectiva de las antenas de la Bola del Mundo. Por cierto, es poco conocida la procedencia del nombre de esta montaña y es que se trata de un caso reciente de sustitución del nombre tradicional (Alto de Guarramillas) por su "apodo" popular: fue en 1959 cuando se instalaron las antenas para emitir las señales de radio y televisión; en las señales televisadas la publicidad del ente comenzaba con la imagen de dichas antenas sobre un globo terráqueo, es decir, sobre una Bola del Mundo, de ahí el nombre popular. También se puede observar desde la cara norte a los Siete Picos, aunque desde este lado sólo se ven seis; y como estamos con toponimias diremos que ya Alfonso X el Sabio, en su Crónica General de España, habla de estos montes, si bien en aquella época se conocía a estos picos como la Sierra del Dragón, topónimo bastante evidente.
Y luego llegamos a la mágica Pradera de Navalviento, una praderita tapizada por una alfombra de florecitas amarillas acampanadas visitadas por unos cuantos abejorros negros, delimitada por pinos silvestres bajos y frondosos, adaptados a las zonas de viento.
Unas fotos de este tramo:
A la pradera de Navalviento se entra por el sudeste y se cruza hacia el noroeste; es difícil encontrar un camino, pero tampoco hace falta, ya que se trata de bajar hasta encontrar otro camino perpendicular a nuestra dirección y seguirlo hacia el norte; se trata del Camino de Lumbralejos, que tras enseñarnos maravillas como cortezas agujereadas por quién sabe qué insectos, setas que crecen en los excrementos y colonias del mítico muérdago, nos lleva hasta la Pradera de Navalazor, una pradera pequeña pero con unas vistas inmejorables, pues se encuentra en la parte superior de un espolón, lo cual le proporciona un carácter de "mirador natural", especialmente a las rocas de su parte nordeste. Desde allí volvemos a ver el Valle del Eresma más de cerca, la loma que baja desde Peña Citores y alguna de Las Hermanas (Peñalara no se ve pues queda detrás de Peña Citores).
En estas rocas nos paramos un rato a admirar sus líquenes, sus Ombligos de Venus, a ver el paisaje y a tomar un tentempié: unos anacardos y ciruelas pasas. Tras lo cual nos pusimos en marcha bajando por la loma norte (al principio no se ve el camino, ya que el giro que hace lo hemos dejado atrás, antes de las rocas). El camino lleva hasta una pista asfaltada por la que discurre el trazado del GR-10-1. Justo antes de llegar a la pista nos encontramos con varias bifurcaciones, pero todas llevan a ella. Y también antes nos encontraremos con una zona de "clareo". Los clareos son una de las formas de explotación del pinar: en una zona de pinos maduros (de unos 120 años) se talan todos, se clarea el bosque, de modo que (se aprovecha la madera y) puedan crecer nuevos ejemplares; sin estos clareos los nuevos retoños no crecerían suficientemente rápido, pues no les llega luz del sol debido a la sombra que les hacen sus mayores (sin metáfora).
Salimos a la pista asfaltada, la cual discurre paralela al Arroyo Minguete, y seguimos bajando hasta que cruzamos sobre el Arroyo del Telégrafo. Justo en este punto, donde confluyen los dos arroyos, algunos mapas consideran que nace el Río Eresma; otros mapas, como el del IGN, consideran que nace al otro lado del Cerrillo de Martín Pascual, justo después de las Siete Revueltas; seguramente dependa del caudal que lleven estos arroyos.
Pues bien, nada más cruzar el Arroyo del Telégrafo, salimos de la carretera hacia la izquierda, siguiendo la margen del río/arroyo hasta el primer puente que encontremos; lo cruzamos y ya no abandonaremos la margen izquierda hasta Boca del Asno. Son 4 km. repletos de pequeñas maravillas que, si pudiéramos quedarnos a observarlas el tiempo que merecen, tardaríamos una eternidad en llegar al destino: brillantes gotas de resina en troncos cortados que evocan el preciado ámbar de tiempos pasados, pequeños rápidos y chorreras en cada recodo del río, cantos perfectamente rodados, taludes de erosión donde se observan los horizontes edáficos, un musgo distinto del que vimos más arriba, con sus "tallos" más largos, como derramándose por la roca, un vivac natural, encajonamientos del río, el Camino Real de las Pesquerías, mandado construir por Carlos III para disfrutar de este entorno...
De hecho el camino empedrado por el que vamos es el de las Pesquerías, que llega hasta San Ildefonso. En alguna de sus piedras podemos ver labradas (muy desgastadas, eso sí, y por ello difíciles de encontrar) las marcas de la Corona, incluso inscripciones más largas, como la de Boca del Asno.
De especial interés biológico es un árbol caído en el que se pueden ver cómo sus raíces han atrapado los cantos rodados del margen del río. Su imagen sirvió para reanudar una curiosa charla que veníamos trayendo desde muy arriba acerca de lo bello, lo sublime y el éxtasis místico.
A medida que nos acercábamos a Boca del Asno aumentaba el número de personas que nos encontrábamos, pues se trata de un área recreativa muy famosa. Y por fin llegamos al destino. Nunca había estado allí, a pesar de las veces que he pasado por la carretera. Y lo cierto es que impresiona, pues se trata de un encajonamiento del río entre grandes rocas con un par de saltos de agua, no muy altos, pero al estar en época de deshielo el caudal es abundante, lo cual magnifica el espectáculo del agua.
Es interesante allí recorrer las dos márgenes del río (aunque nosotros sólo lo hicimos por la derecha), para observar cada detalle de las rocas erosionadas por el agua. También se puede observar en unas de las rocas graníticas (plutónicas) una zona de metamorfismo, aunque no sabemos si es del propio granito o de una intrusión posterior en una grieta. En fin, como ya venimos diciendo: pequeñas maravillas.
En la margen izquierda existe una pequeña plataforma desde la que observar el salto de agua y la roca con la inscripción real, que dice así: "Año 1769 se hizo este camino". El área recreativa consta de un Centro de Interpretación con información sobre la historia y el uso de los pinares de Valsaín (aunque tampoco lo visitamos en esta ocasión).
Y la ruta prevista para realizar con el instituto termina aquí. No obstante, siempre hay que programar algún extra por si hay gente interesada en conocer algo más. Como está previsto llegar a las 14:00 a Boca del Asno y salir de allí sobre las 17:00, si dejamos una hora para comer, se puede organizar una subida y bajada rápida para visitar el Cojón de Pacheco en una hora y poco. Según la leyenda popular este Pacheco era un fanfarrón de Valsaín que presumía de "hacer el amor" con varias mujeres cada noche, por lo que sus vecinos, mofándose de él, le dedicaron este tolmo, pues así los debía tener para darles tanto uso.
Mi hermano David y yo subimos hasta el Cojón, comimos en las cercanías y, al final, decidimos no volver a bajar a la Boca, sino volver por esta vertiente del valle, por la pista asfaltada (trazado morado en el mapa; cerrada al tráfico). Una de las razones de más peso es que la ruta que habíamos hecho era la ideal para realizar con el instituto, pues gozaba de amplias vistas panorámicas, cosa que no iba a ser posible si se descendía desde el puerto por la vera del arroyo.
Para llegar hasta la pista asfaltada había que subir un poco y, gracias a ello, conseguí un bonito trofeo que podéis ver en las fotos. La vuelta, muy cómoda por el tramo de asfalto se nos complicó nada más acabar éste: arroyos "infranqueables" (lo pongo entre comillas porque sí que los vadeamos, pero nos costó) y cuatrocientos metros al final, llegando al Puerto de Navacerrada, con una elevada pendiente. Sin embargo, el esfuerzo tuvo sus recompensas en forma de curiosidades: tocones de árbol con el suelo hozado a su alrededor (tampoco sabemos si por humanos, jabalíes u otra especie), agujeros de picapinos (David vio salir a uno), nuevas áreas de clareos, rocas con formas sorprendentes, setas negras, troncos cubiertos por hiedras...
Y después de la marcha un cafetito con hielo para conducir despejado. Saludos.